viernes, 31 de octubre de 2008

Un mundo de fantasía

La entrevista publicada hoy en El País a Anxo Quintana, vicepresidente de la Xunta de Galicia, es quizá una de las mejores muestras que yo he visto de la hipocresía nacionalista en este país. No porque diga nada nuevo, que viene a soltar las mismas patrañas de siempre, sino porque las dice de una manera tan clara que cualquiera puede darse cuenta de ello. Es lógico pensar que, si tuviera una mayor capacidad para disfrazar sus falacias y hacerlas pasar por algo razonable, estaría haciendo política a nivel nacional, al lado de Zapatero, Duran i Lleida, y similares. Pero vamos a lo que importa.

La primera en la frente. "Queremos hacer política de Estado", dice en su primera respuesta, en relación al apoyo del BNG a los Presupuestos Generales del Estado. Es decir, que para los nacionalistas hacer política de Estado es preguntar cuánto se les va a dar a ellos por no molestar al gobierno. Una concepción maravillosa. Y yo que pensaba que las políticas de Estado buscaban el bien para todo el Estado, inocente de mí. Luego remata la respuesta de esta forma: "Hemos optado por la cooperación inteligente, frente a la sumisión o la protesta permanente". Cooperación inteligente, sin duda. ¿Qué los Presupuestos son un despropósito? Qué importa, transfiéreme unas competencias y aquí no ha pasado nada. Quiero creer que, al menos, se los han leído y estudiado.

Cuando se le pregunta por los gallegos no nacionalistas, dice que "ningún ciudadano gallego se siente agredido por este Gobierno de cambio". Cierto, los que participan en manifestaciones contra la imposición lingüística, recogen firmas para el Manifiesto por la Lengua Común y similares no se sienten agredidos, sólo protestan porque se aburren. Y en este tema de la discriminación Lingüística, otra vez nos cuenta el cuento de nunca acabar: "Es mentira, mentira, que el castellano esté en peligro. El mundo en Galicia es en castellano. Sólo el gallego corre peligro de pervivencia y para que no ocurra, aplicamos el Plan de Normalización Lingüística que aprobó el PP". Lo de siempre. Yo todavía estoy esperando a que este señor, y los nacionalistas, socialistas, populares y demás, escuchen a quienes criticamos los planes de normalización. Que no, que no decimos que el español corra peligro (no por falta de esfuerzos por parte de algunas administraciones públicas, como la de Baleares); lo que nos parece injusto es que se intente imponer una lengua por el hecho de que "corre peligro de pervivencia". La lengua es un instrumento al servicio de los ciudadanos, no de los políticos, y si los ciudadanos queremos que perviva ya nos encargaremos nosotros de cuidarla, aprenderla y transmitirla.

Una vez más, el nacionalismo periférico (como todo nacionalismo) demuestra que vive en un mundo de fantasía. No hay gallegos descontentos con el actual gobierno de Galicia, que va. Por eso el PP siempre es el partido más votado en las autonómicas, y socialistas y nacionalistas necesitan pactar entre sí para desbancarle. No hay ningún problema con los planes de normalización, porque no agreden a la libertad de nadie (de nadie que hable una lengua cooficial). Es un poco como decir que no había falta de libertad de expresión en el franquismo. Evidentemente, para decir "¡Viva Franco!" había toda la libertad del mundo. Casualidades de la vida que quienes defienden las políticas nacionalistas lo hacen siempre echando mano de la represión franquista. Qué triste es cuando nos convertimos en lo que criticamos.

sábado, 25 de octubre de 2008

Votar al PSOE es ser socialista; ser socialista es ser mal andaluz. Qué cosas.

De verdad, no sé que hace Paolo Vasile que no hace un casting de políticos para participar en un reality show. No hay especímenes más torticeros en España que los que nos gobiernan, lo que daría para un buen "Gran Hermano". Sin ir más lejos, la que se ha montado en el Parlamento de Andalucía. La portavoz del Grupo Popular, Esperanza Oña, ha dicho que en el PSOE se creen los dueños de Andalucía y que ser socialista es ser peor andaluz. Acabáramos.

Habría que enseñarle unos cuantos conceptos a la señora Oña. Veamos, no es que el PSOE se crea dueño de nada, es que es el partido elegido democráticamente al que la mayoría de los andaluces llevan dando su respaldo desde hace décadas. Eso, y no otra cosa, es lo que le da una cierta autoridad de la que carecen el PP y el resto de partidos. Y, si los andaluces llevan tanto tiempo respaldando al PSOE, será porque hasta ahora no les ha decepcionado. Partamos del hecho de que la gente no es tonta y sabe elegir lo que más le conviene, y de ahí deduciremos que el Partido Socialista ha sido la fuerza política que más y mejor ha hecho por Andalucía desde que allí gobierna.

Ahora, enseñémosle algún que otro concepto a los del otro bando. Ha dicho el Secretario de Comunicación del PSOE-A, Miguel Ángel Vázquez, que la frase "ser socialista es ser peor andaluz" es una falta de respeto hacia dos millones de andaluces que han votado al PSOE. No, oiga, votar al PSOE no te convierte en socialista. Habría que informar a este señor de que muchos votantes no se adscriben a una ideología concreta, sino que votan en función de sus intereses en cada momento. Que una persona puede votar hoy a uno y mañana a otro, y de ahí que exista la alternancia en la democracia. Que no somos ovejitas encerradas en un redil. Así que, por favor, señores políticos, dejen de creer que los votantes les pertenecen.

Luego las declaraciones de siempre, que si el registro bronco del PP, que si cuanto peor para Anadalucía mejor para el PP... Y los foros de internet, lo de siempre. Que si vaya fachas y todas esas reflexiones tan sesudas. Va a ser verdad eso de que "Gran Hermano" es un reflejo de nuestra sociedad. Desde lo más alto hasta lo más bajo, todos coincidimos en una cosa: nos encanta el jaleo. Luego quéjense de que hay telebasura.

sábado, 18 de octubre de 2008

Peras con manzanas

Hace poco que empieza a extenderse en política el término "transversalismo". Esta nueva corriente política, que en España empezó Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (aunque luego la abandonó en su 2º Congreso por el centro.izquierda) y que ahora representa UPyD, no es una ideología en el sentido estricto de la palabra, sino más bien un compendio de todas ellas. Cuando un partido se define como transversal, poco o nada dice de su manera de pensar, alejándose totalmente de esas etiquetas para vagos mentales que son la izquierda y la derecha. Para conocer su ideología hay que estudiar sus propuestas, que pueden coincidir o no con la de las ideologías imperantes. Por poner un ejemplo, se pueden proponer medidas socialdemócratas en la economía y defender las libertades individuales de la misma manera que el liberalismo. Ningún partido transversal se mueve por admiración a Marx ni a Alan Smith, ni buscan encasillarse en ningún redil. Sus ideas se mueven por la búsqueda de lo más beneficioso para la sociedad.

Partiendo de ello, no es de extrañar que partidos en los que cabe cualquier persona sea cual sea su ideología (siempre que comparta la línea de pensamiento del partido, claro está) sean partidos que defienden los grandes consensos frente a las mayorías absolutas. Un partido que de verdad sea transversal tiene que buscar la mayor integración posible de los partidos políticos, preferiblemente gobierno y oposición por ser los que representan a la gran mayoría de ciudadanos. Yo miro con envidia a la Alemania de Angela Merkel, donde la coalición que gobierna representa ni más ni menos que al 70% de los alemanes. ¿Se imaginan eso en España? Un gobierno formado por PSOE y PP representaría hoy en día a más del 80% de los ciudadanos, y los insultos que vemos todos los días en el telediario darían paso a una política en la que se llegase a acuerdos que dejasen contentos a todos. Pero no, nuestros artidos prefieren llegar a la mayoría absoluta por los pelos pactando con partidos pequeños, o directamente gobernar con mayoría simple para "tener más independencia" (¿Eso no se llamaba "estar solo" en la legislatura pasada?).

Pero, como a todo lo nuevo, al transversalismo le han llovido críticas, normalmente de quienes no tienen ni idea de lo que es. Que si los partidos transversales dicen lo que sea para captar los votos de quien sea (porque todos sabemos que el PSOE le diría que no a los votantes del PP, y viceversa, no vaya a ser), que si con eso no sabes si votas por ideas de izquierdas o de derechas (¿no hemos quedado que no va de eso?), que si todos los partidos se acaban posicionando en la izquierda o la derecha (¡Que no, que no va de eso!)... Lo que sea menos pararse a pensar en ello, no vayamos a descubrir algo nuevo. Yo qué quieren que les diga, es difícil cuando a alguien le han enseñado toda la vida que las peras son peras y las manzanas son manzanas que se coma con gusto la macedonia, pero está bien rica. Aún así, yo creo que son necesarios más partidos transversales, pues representan el futuro frente a las etiquetas clásicas de la política que ya deberíamos ir abandonando. Lo que no se mueve caduca, y nuestra política lleva demasiado tiempo anclada en los mismos clichés.

miércoles, 8 de octubre de 2008

La democracia española y su eterna adolescencia

La democracia española sufre el síndrome de Peter Pan. Como lo oyen. Así es como yo entiendo que nuestro sistema democrático lleve treinta y tantos años sin ser revisado, cuando es clamoroso que distamos demasiado de ser el ejemplo de democracia perfecta. Evidentemente, una democracia perfecta es una utopía, inalcanzable, pero no por ello debemos resignarnos a lo que tenemos. El sistema democrático de nuestro país nació en un momento en el que había que andar con pies de plomo, y muchos de sus principios fueron puramente coyunturales, con el objetivo de consolidar la democracia paso a paso para no repetir errores del pasado. Mucho se habla últimamente de la necesidad de regenerar la democracia, pero yo no lo veo así. Para regenerarla tendría que haber degenerado, pero no es ese su problema. Lo que de verdad le ocurre a nuestro sistema es que ya es hora de que dé el salto a la madurez. Que ya ha cumplido los treinta y tantos, hombre.

Para empezar, hay que solucionar ese despropósito que es la ley electoral. El sistema de representación proporcional con corrección D'Hont se estableció para favorecer la consolidación de unos partidos políticos débiles, así como para conseguir que los nacionalistas aceptaran la constitución. Hoy, que ya hay un sistema de partidos fuerte, es incomprensible un sistema electoral en el que cada voto no vale lo mismo. Para muestra un botón: Si usted es de Bilbao y vota a UPyD, por ejemplo, su voto vale seis veces menos que el de su vecino que vota PNV. Y luego, no menos sangrante, está el tema de la separación de poderes. No sólo la subordinación de poder judicial a los partidos políticos (gracias, Felipe), sino la subordinación del legislativo al ejecutivo y a las cúpulas de los partidos. Para que me entiendan, les diré que, por ejemplo, un grupo de diputados, pese a su cargo de representantes de la ciudadanía y no de los partidos políticos, no puede presentar proyectos de ley sin la aprobación de su portavoz, que debe tener contentos a los líderes de su partido para conservar su puesto (como los jueces, vaya).

En cierto modo, a nuestra democracia le pasa un poco como al Antiguo Régimen. El pueblo clama por un cambio, pero a las élites les va muy bien con todo como está y no ven la necesidad de poner en peligro su hegemonía. Hay que ver como los adalides del progreso y la ampliación de derechos, por un lado, y los del liberalismo y el centro moderado, por el otro, se aferran a principios que les garantizan el poder seguir vampirizando a los ciudadanos aunque sean totalmente antidemocráticos. No voy a decir que lleguemos a una revolución (esas cosas sólo se hacen cuando se pasa hambre, y con razón), pero va siendo hora de dar un toque de atención a nuestros políticos. Que se den cuenta de una vez de que son nuestros empleados, ya que nosotros somos quienes les ponen en su cargo y les pagan el sueldo. Y si yo pongo a alguien al frente de mi empresa (en este caso, mi país) espero que su gestión se guíe por mis criterios. ¿O no? Pues eso, que la democracia es el gobierno del pueblo, y hoy en día nos estamos olvidando de ello.

jueves, 2 de octubre de 2008

La Comisión del Insulto

La reunión de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados de ayer se convirtió por unos momentos en un plató telecinquero. Fue tal la falta de respeto y educación de uno de sus miembros que me veo obligado a dedicarle una entrada al tema. Resulta que la diputada de UPyD, Rosa Díez, defendía una proposición no de ley de su partido que proponía acabar con la subvención por mailing (envío por correo de papeletas a los domicilios de los ciudadanos por iniciativa privada de los partidos políticos), ya que esta se abona sólo a los partidos que consiguen formar grupo parlamentario. Ésto, según el partido al que representa la diputada, crea una desigualdad entre los partidos con grupo parlamentario y los que no (no olvidemos que la ley electoral hace más difícil a algunos partidos el obtener grupo propio), y por ello abogaron por su suspensión. Pues bien, CC presentó una enmienda según la cual la subvención no debía eliminarse, sino que debía concederse a todo partido con representación parlamentaria. UPyD aceptó la enmienda por considerar que acabaría con la desigualdad que pretendían solucionar.

Y en esto que José Andrés Torres Mora, diputado del PSOE e "ideólogo de Zapatero" (que ni ideología propia tiene, al parecer), aprovechó su intervención para descalificar con argumentos más personales que políticos a Díez. La acusó de tener escaso crédito personal, de ser una oportunista, de dañar los intereses de la democracia, y coló un discurso sobre lo buena que era la actitud de su partido en materia de terrorismo porque sí, porque había que sacar rendimiento de los dos minutos y medio. La diputada se acogió a un artículo del reglamento que permite pedir la palabra por alusiones, y dijo lo obvio: que no estaba dispuesta a permitir que nadie le diera lecciones de democracia ni que se pusiera en duda su crédito personal. Porque se supone que a una comisión del Congreso se va a debatir sobre ideas, no sobre lo buena o mala que es la gente.

Díez también se quejó de no haber sido protegida por el presidente de la Comisión, Alfonso Guerra, que debería haber reprendido al diputado socialista. Guerra no sólo no se disculpó sino que atacó a la diputada sin piedad. Le dijo que más amparo que permitirle defender lo blanco y lo negro no podía darle, como si fuera competencia suya darle permiso a nadie para defender sus ideas en la Comisión. Señor Guerra, ese permiso lo conceden los votantes. En cambio, la labor de moderar el debate y defender a cualquier diputado que vea agredido su honor si es parte de su trabajo. Rosa Díez podía haber echado mano de alguno de los variados insultos que recoge nuestro idioma y Guerra no hubiese dudado en llamar su atención. Pero, a la hora de la verdad, demuestra que barre para casa como el que más.

Y en esas estamos hoy en día. A nadie le importa si se defienden ideas buenas o malas, ni desde que posiciones se defiende una u otra idea. Se va a lo fácil, a utilizar argumentos personales de dudosa educación y veracidad para hundir al rival, conscientes de que, como en cualquier programa de Telecinco, el insulto siempre queda grabado en la memoria en detrimento de cualquier razonamiento. No es la primera vez que a esta diputada se le falta al respeto en el Congreso, pues ya lo hizo el propio presidente no hace mucho. Y éstos son los que nos gobiernan. Pena de país.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Identidades, pueblos, lenguas y ciudadanos

Mucho se ha hablado los últimos meses, sobre todo a raíz del Manifiesto por la Lengua Común, de la lengua como valor cultural y como seña de identidad de los pueblos. Galeuscat contraatacó lanzando un manifiesto en el que exigía el reconocimiento de la realidad (o lo que les gustaría que fuera la realidad, más bien) plurinacional del estado español, así como de la realidad (ésta sí) plurilingüe española para hacer posible la convivencia. Y los políticos nacionalistas, en especial los catalanes, defendían sus respectivas lenguas cooficiales como una parte esencial de la identidad de sus pueblos. Es posible que una lengua sea parte de la identidad de un pueblo (como mínimo, es un importante valor cultural), pero no está tan claro que una administración pública tenga la competencia de preservar ninguna identidad.

Y es que, lenguas aparte, la identidad es algo que no le pertenece a los políticos, sino a los ciudadanos. Lo que sí deben hacer los políticos es garantizar la libertad del pueblo para que éste conforme su propia identidad, y es justo contra ésto contra lo que atentan las imposiciones lingüísticas en las comunidades autónomas. Fíjense que si nos ponemos a recuperar identidades perdidas, la Iglesia podría alegar que el catolicismo ha sido históricamente un elemento clave de la identidad española. Y no sólo eso, sino que la imposición lingüística como medio para fortalecer las lenguas más debilitadas por el franquismo haría justificable la imposición del catolicismo durante el régimen, ya que la Iglesia y los católicos fueron duramente perseguidos durante la II República. Pero la mayoría de los defensores de la "normalización" lingüística son profundamente antifranquistas y acérrimos defensores del laicismo. Y yo aclararé que, como ateo antifranquista que soy, no acepto imposiciones culturales de ningún tipo.

Y es que la demagogia es un arma de doble filo. Aquellos que utilizan el franquismo como argumento para conseguir sus reclamaciones, al final acaban siendo tan totalitarios como el Caudillo. Y eso les lleva a criticar a Pau Gasol, que el pobre no se mete para nada en política, por decir que se siente español, como si un español en Barcelona fuera un catalán de segunda. Yo no es que esté en contra de los partidos nacionalistas por el mero hecho de ser nacionalistas, sino porque la mayoría de ellos no dejan de reivindicar recortes en las libertades individuales para recrear la realidad a su gusto. Menos preocupación por la identidad de los pueblos, y un poco más por los derechos de los ciudadanos.