sábado, 16 de enero de 2010

El progre

Llevamos ya años hablando de él, pero no nos atrevemos a establecer una definición. Voy a probar. En España hace tiempo que lo políticamente correcto ha secuestrado la sana costumbre de pensar por uno mismo, sustituyéndola por una lógica de lo "bienpensante", que no es más que el antiguo rollo hippie trasladado al siglo XXI. Lo que conocemos como "perroflauta", vaya: hay que acabar con la emisión de CO2 porque provoca el calentamiento global, aunque no haya ningún consenso en la comunidad científica sobre esa relación causa-efecto; hay que hacer el amor y no la guerra, sea con dictadores o con organizaciones terroristas; y, si nos ponemos un poco más hardcore, hay que boicotear a multinacionales como Nike, porque dan trabajo a niños de paises subdesarrollados que donde deberían estar es en sus casas, muriéndose de hambre. Un sistema de valores maduro y complejo, como se puede ver.

El progre, más concretamente, es aquel que se define como "liberal en lo social, pero socialista en lo económico". Toma moreno. Como si yo digo que mi cuerpo es de Albacete, menos mis brazos, que son de Villarriba de los Altramuces. Este transversalismo sui géneris (transversales son los colectivos y no las personas) es, una vez más, la enésima potencia de lo "bienpensante", porque está claro que a todos nos gustan las libertades en la calle, pero no tanto en la economía, que ya nos han enseñado que eso sólo produce desigualdades. El progre, por supuesto, se autodenomina defensor de la democracia (a su manera). Pero vamos a ver, ¿de dónde sale ese apoyo acérrimo a la democracia, y ese odio enconado hacia el capitalismo? Ambos son la aplicación de los mismos principios a distintos campos. Una, a la política, el otro, a la economía. Aceptar que la primera es intrínsecamente buena y el segundo es malo malísimo sólo se entiende desde la intención de querer quedar bien con todos, aún a riesgo de configurar una ensalada ideológica sin pies ni cabeza.

De modo que esa es la característica más destacable del progre. El afán enfermizo por ser "bueno", por guardar las apariencias para poder colocarse en un escalón moral superior. Sin duda, uno de mis movimientos sociales favoritos. Y mañana, los emos.