martes, 16 de septiembre de 2008

Que no, que no es un referéndum...

A mí la manera que tiene el gobierno vasco de defender su fallido referéndum me da la risa. Me recuerda un poco a nuestra excelsa "menestra" de asuntos exteriores durante la Guerra de Irak cuando decía aquello de "que no, que no es una guerra...". No es un referéndum, es una consulta... que viene a ser lo mismo pero con un nombre más campechano.

Ibarretxe viene y nos dice que consultas se han hecho siempre sin que hubiera ningún problema incluso en pueblos remotos. Claro, consultas autorizadas, no consultas "porque se me pone a mí en los...". ¿Y por qué no se autoriza esta consulta? ¿Por qué hay tanto miedo -dice Ibarretxe- a que se sepa la opinión de los vascos? Pues porque no sólo hay que tener en cuenta la opinión de los vascos en los temas sobre los que se pregunta en el referéndum. Tanto el terrorismo como la posible independencia (o autogobierno, o como lo quieran llamar) del País Vasco son cuestiones que afectan al conjunto de la nación y, por tanto, la vía de consultar sólo a quien convenga a los nacionalistas es un ataque a toda la sociedad, a la constitución y a sus instituciones. Sintiéndolo mucho, si el gobierno vasco quiere la independencia, tendrá que consultarnos a todos y cumplir la constitución.

Y, en mundo perfecto, la cosa sería así. En un mundo perfecto, además, las cosas serían lo que parecen. Porque el referéndum no es un medio para conseguir el autogobierno. Ni de coña. El PNV sabía desde el principio que los tribunales tumbarían el proceso a la mínima oportunidad, pero eso entraba dentro del guión. Lo que se buscaba con todo este barullo era poder seguir dando la imagen del noble pueblo vasco pisoteado sin piedad una vez más por el estado opresor, para así ganarse el voto abertzale en las próximas elecciones vascas. Todos sabíamos (incluído el PNV), casi desde la ruptura de la tregua, que ANV sería ilegalizado (falta por ver el PCTV, pero todo parece indicar que le ocurrirá lo mismo), una vez que al gobierno no le interesa tenerlos por ahí pululando (y sabiendo que el poder judicial va a hacer lo que le digan los partidos políticos, pero esa es otra historia). Y ahí está presto el PNV, en un alarde de generosidad, dispuesto a acoger a todos esos pobres votos que se han quedado huérfanos hoy con la ilegalización y disolución de los brazos políticos de ETA.

A uno ya no se le ocurre pedir que los políticos digan la verdad, pero, por lo menos, que tengan un poco de decoro y no nos tomen por estúpidos. Mientras tanto, yo voy a organizar una colecta para el pobre Juanjo, que entre planes y consultas debe tener un sentimiento así como de desazón que va a necesitar terapia psicológica. Qué dura es la vida del nacionalista.

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