viernes, 16 de julio de 2010

MD y el complejo de Lisa Simpson

Cuando alguien se mete en política, la mayoría tiende a pensar que lo hace porque espera sacar de ello algún tipo de beneficio material, ya sea un buen sueldo, una posición privilegiada para sus empresas, o la posibilidad de colocar a sus allegados en buenos puestos de trabajo. Las sospechas aumentan si el partido al que se adhiere es uno de los dos grandes, o incluso cuando es uno de los que tienen cierta cuota de poder a nivel autonómico. Al fin y al cabo, ¿quién va a apoyar a los principales responsables de que la política española sea un negocio sucio, si no es precisamente para participar en ese negocio?

Según este razonamiento, las sospechas serían menores hacia quienes se unen a partidos pequeños con escasas posibilidades de lograr cuota de poder. Efectivamente, quien viene a la política a lucrarse no se afilia a UCE, a CDL o a PUM+J. Sin embargo, yo no creo que quienes se afilian a este tipo de partidos tengan en todos los casos como único objetivo el servicio a la comunidad. Si los beneficios económicos todos los damos por sentados, no debemos olvidarnos de los beneficios psicológicos que la política, como cualquier otra actividad laboral, le reporta a quien participa en ella. En estos partidos minoritarios suelen abundar los salvadores del mundo, gente que sufre lo que yo llamo "complejo de Lisa Simpson". Están tan seguros de su superioridad intelectual y/o moral, que son incapaces de comprender que el resto del mundo no siga ciegamente sus dictados. Lo que buscan con su actividad política no es dinero ni privilegios, sino compatibilizar la visión que tienen de sí mismos con las que reciben del exterior. Y qué frustración cuando sus compañeros no los creen tan inteligentes y nobles como ellos se ven a sí mismos. Por supuesto, si ellos son poseedores de la verdad, quienes se lo niegan sólo pueden ser tontos o tener malvados intereses.

En UPyD, ahora que nuestras expectativas electorales son las que son, supongo que sufriremos el abordaje de aprovechados del primer tipo, y será trabajo de todo el partido, desde la dirección hasta las bases, estar vigilantes para que no se salgan con la suya. Pero en los inicios del partido, cuando la posibilidad de llegar al Congreso de los Diputados era una quimera, tampoco nos libramos de aquellos que sólo querían participar en política para sentirse importantes. Algunos de ellos han acabado en Movimiento Democrático, asociación que ha tenido cierta repercusión mediática (poca) desde que ayer emitiera un comunicado en el que ofrecía a Álvarez Cascos encabezar su lista a las autonómicas asturianas "sin condiciones previas". Esto traicionaría su propia "carta ética", en la que defienden la celebración de primarias, pero según su presidente, Juan Perán (ex-portavoz de UPyD Cataluña tristemente conocido por plagiar un artículo de Alejandro Diz sobre el liberalismo) no ha sido más que una maniobra para darse publicidad. Pues empiezan bien si su propaganda consiste en cebos y falsas promesas. Está claro que una vez conseguido el sillón ansiado, aunque sea un sillón tan pequeño, poco importa regenerar la política y la democracia. Sólo importa conseguir las atenciones que algunos tanto creen merecer.

Y podríamos citar más ejemplos, como el de Mikel Buesa, que fue feliz en UPyD mientras se sentía el número 2, pero que abandonó el partido airado y echando pestes de Rosa Díez cuando descubrió que "sólo" era el responsable de economía. O el de aquellas señoritas que no tuvieron problema en encabezar las listas vizcaína y guipuzcoana en las autonómicas vascas, pero no fueron capaces de asumir la pérdida de confianza por parte de la dirección tras sus pésimos resultados. Y así, muchos otros. Fueron molestos en su día, pero nos ayudaron a aprender la valiosa lección de que nunca hay que fiarse de los salvadores del mundo. No hay mal que por bien no venga.

jueves, 8 de julio de 2010

Independentismo catalán: más partidos que votantes

Si al constitucionalismo le preocupa la división existente entre Ciudadanos y UPyD, más preocupados deben estar quienes apoyan al polo opuesto, el del independentismo. Parece que poco importa el paupérrimo éxito de los referendos de autodeterminación (raro ha sido el municipio en el que la participación ha llegado al 30%, a pesar de que se han celebrado en las localidades donde más se concentra el voto secesionista), pues en los últimos meses no han dejado de proliferar nuevas marcas políticas con la ruptura entre Cataluña y España como principal eje programático. El descalabro electoral de ERC en las elecciones de otoño es más que probable, pudiendo perder más de un tercio de los 21 escaños que ahora tiene, y esa bolsa de votos es un caramelo demasiado dulce para dejarlo escapar.

Precisamente, es de ERC de donde nace el primero de estos nuevos partidos políticos. Tras perder las elecciones internas en su partido, el ex-consejero de gobernación Joan Carretero decidió abanderar un nuevo proyecto independentista, secundado por antiguos militantes de ERC y diferentes entidades independentistas. Reagrupament, oficialmente una asociación cultural, lleva meses promocionándose como la nueva esperanza del separatismo y de la regeneración democrática, aunque un servidor se pregunta cómo se puede regenerar la democracia desde el nacionalismo.

El camino de Carretero y su gente ni parece fácil de andar: las encuestas no contemplan su irrupción en la cámara autonómica, y ya ha sufrido graves crisis internas antes incluso de constituirse como partido político. La marca Reagrupament Nacional Català, con la que pretendían presentarse a las elecciones, fue registrada por tres ex-dirigentes que han abandonado el proyecto, por lo que parece que acabarán concurriendo como Pàtria i Dignitat. Con este panorama, las aspiraciones de Reagrupament pasan por convencer al ex-presidente del F. C.Barcelona, Joan Laporta, para que sea su cabeza de cartel.

Sin embargo, Laporta ya ha registrado su propio partido, llamado Democràcia Catalana, por lo que la alianza con Carretero aún no es un hecho. Poco se conoce aún del ideario de este partido más allá de su apuesta por la creación de un estado catalán, pero la popularidad de su líder, que no ha desaprovechado la ocasión de utilizar el Barça como plataforma de lanzamiento de su carrera política, parece suficiente para garantizarle un pequeño puñado de votos.De todas formas, parece contar con pocas posibilidades de lograr representación este otoño, se alíe o no con Carretero.

El último partido en sumarse es Força Catalunya, del presidente de Catalunya Acció Santiago Espot. Entre los méritos de este liberticida recalcitrante está el haber presentado más de 3.000 denuncias contra comerciantes que no rotulaban en catalán sólo en 2.009, o el haber amenazado con más denuncias a los patrocinadores de la selección española y a todos las empresas radicadas en territorio catalán que muestren colaboracionismo, afinidad o simpatía con España. Sin duda es la formación más radical de cuantas se han presentado en los últimos meses, pero también la que menos posibilidades tiene de entrar en el Parlamento catalán.

Con este panorama, parece claro que el independentismo está de capa caída. No así la opción política de más éxito en las 3 décadas de autonomía de Cataluña: la de la independencia subvencionada por España. Una legislatura más, la hipocresía nacionalista seguirá dominando la vida política catalana, pero eso hará patente la enorme verdad de que los catalanes saben que necesitan a España. Eso es así, por muchas esteladas que algunos quieran sacar a la calle este sábado.